En el marco de los Juegos Olímpicos de París 2024, es inevitable recordar cómo, en 1968, México albergó por primera vez en la historia moderna los Juegos Olímpicos en un país de América Latina. Este evento no solo marcó un hito en la historia deportiva del país, sino que también dejó una huella indeleble en su paisaje urbano y social. Uno de los legados más notables es la transformación de la Villa Olímpica, ubicada al sur de la Ciudad de México, de ser el hogar temporal de miles de atletas a convertirse en uno de los conjuntos habitacionales más emblemáticos de la capital.
Los Juegos Olímpicos de 1968 representaron un desafío y un orgullo nacional para México. Fue un evento cargado de simbolismo, que coincidió con un periodo de tensiones sociales y políticas a nivel global y nacional. Celebrados del 12 al 27 de octubre en la Ciudad de México en donde participaron 5,516 atletas de 112 países en 172 eventos, y se llevaron a cabo en sedes icónicas como el Estadio Olímpico Universitario, el Palacio de los Deportes y el Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera. México, como país anfitrión, destacó con 275 atletas, incluyendo a Enriqueta Basilio, la primera mujer en encender el pebetero olímpico, y a Felipe Muñoz, quien ganó oro en natación.
Sin embargo, estos juegos ocurrieron en un contexto social complejo, marcado por el movimiento estudiantil que tuvo un terrible desenlace el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, donde una manifestación fue reprimida violentamente por el gobierno. Este trágico evento, que dejó una profunda huella en la historia de México, contrastó con el esfuerzo del país por proyectar una imagen de modernidad y estabilidad a nivel internacional durante los Juegos Olímpicos.
El proyecto de la Villa Olímpica Libertador Miguel Hidalgo fue dirigido por los arquitectos Manuel González Rul, Agustín Hernández Navarro, Carlos Ortega Viramontes, Ramón Torres Martínez y Vicente Medel. Se compone de 29 edificios distribuidos en un conjunto que originalmente albergaba a más de 8,000 atletas, entrenadores y miembros de prensa internacional. El conjunto se concibió como una serie de edificios de departamentos, que combinaban el estilo moderno con sus líneas limpias, espacios abiertos y jardines, representando la vanguardia del diseño urbano de la época. Más allá de su función temporal, la Villa Olímpica se diseñó con la visión de integrarse a largo plazo en la vida urbana de la Ciudad de México.
Dicho espacio se construyó específicamente para alojar a los deportistas de todo el mundo y se diseñó bajo la premisa de ofrecer comodidad y funcionalidad, respetando al mismo tiempo las exigencias del alto rendimiento deportivo. Las instalaciones incluían dormitorios, áreas recreativas, un centro médico, y comedores, todos concebidos para atender las necesidades de los deportistas durante su estancia en los Juegos Olímpicos.
Este conjunto habitacional se ha convertido en un referente de la arquitectura moderna en México, no solo por su diseño, sino también por su capacidad de adaptarse a nuevas funciones tras los juegos. La obra reflejó las tendencias arquitectónicas de la época, influidas por el Movimiento Moderno, con un enfoque en la integración del arte y la funcionalidad urbana. La Villa Olímpica, más allá de su papel en los Juegos de 1968, es un ejemplo emblemático del desarrollo urbano de la Ciudad de México, consolidándose como un modelo de planificación y diseño que sigue siendo relevante hoy en día.
Tras la clausura de los Juegos Olímpicos de 1968, la Villa fue transformada en un conjunto habitacional que hoy en día sigue siendo uno de los más importantes y emblemáticos de la Ciudad de México. Actualmente, la ahora llamada Unidad Habitacional Villa Olímpica, alberga a miles de residentes en sus 29 edificios que, bajo el régimen de propiedad en condominio, rodeado de áreas verdes y espacios comunes promueven la convivencia comunitaria. Aunque muchos de los edificios se adaptaron para uso habitacional, algunas de las instalaciones deportivas originales, como canchas de tenis, alberca y áreas de entrenamiento al aire libre, siguen en uso, integradas al estilo de vida de los residentes y ofreciendo espacios para el esparcimiento y la actividad física.
La adaptación de la Villa Olímpica a un conjunto habitacional respondió a la necesidad de vivienda en una ciudad en crecimiento. Los departamentos fueron rediseñados para acomodar a familias, y se implementaron servicios adicionales como escuelas, tiendas y centros de salud para atender a la comunidad local. Este proceso de transformación demostró la flexibilidad del diseño original, permitiendo que un espacio concebido para un evento temporal se convirtiera en un hogar permanente para miles de personas. La Villa Olímpica no solo preserva su valor arquitectónico, sino que también se ha consolidado como un modelo de urbanismo característico.
La Villa Olímpica no solo se transformó en un espacio habitacional, sino que también se convirtió en un refugio para aquellos que huían de la represión política en sus países de origen durante la década de los setenta. México abrió sus puertas a miles de refugiados provenientes del Cono Sur, quienes escapaban de las dictaduras que asolaban la región. El nuevo conjunto habitacional, con su infraestructura lista para recibir a sus habitantes, se convirtió en el hogar de muchos de estos refugiados, ofreciendo un nuevo comienzo en medio de la adversidad.
El documental Villa Olímpica. Recuerdos de un mundo fuera de lugar (2022) de Sebastián Kohan Esquenazi, explora cómo el conjunto habitacional, inicialmente construido para alojar a deportistas de élite durante los Juegos Olímpicos, se transformó en el hogar para aquellos refugiados que huían de las dictaduras. A través de testimonios personales y archivos históricos, la película crea conciencia sobre los desafíos que enfrentaron estos refugiados al adaptarse a un nuevo entorno, lidiando con un nacionalismo que a menudo chocaba con sus propias tradiciones e ideologías.
El documental desdibuja las ideas tradicionales de comunidad, mostrando cómo la Villa Olímpica se convirtió en un refugio de solidaridad y apoyo mutuo, ofreciendo un ejemplo poderoso de cómo un espacio puede redefinirse para acoger y dar auxilio a quienes lo necesitan.
Hoy en día, la Villa Olímpica es más que un conjunto habitacional, es un testimonio vivo de la historia de México y de cómo la arquitectura puede adaptarse a las cambiantes necesidades de la vivienda. Al reflexionar sobre los Juegos Olímpicos de 1968 y su legado en la Ciudad de México, reconocemos que la Villa Olímpica no solo contribuyó al desarrollo urbano, sino que también se convirtió en un refugio para aquellos que buscaban seguridad y un lugar al que llamar hogar.
Este legado, que continúa vivo en los muros de Unidad Habitacional Villa Olímpica, nos recuerda la capacidad transformadora de los espacios urbanos y su papel esencial en la construcción de comunidades resilientes y solidarias.
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